En el verde campo mojado
recorren su camino
coleópteros solitarios
oscuros, malvados.
Se enfrentan gigantescos
a la glándula del aparato digestivo,
situada en el hipocóndrio derecho
que tanto me aqueja.
Y sin esperanza de triunfo,
huyo de su acorazado semblante.
Pero una luz negra como su espada
atraviesa mi hígado dolorido
y me libera de todo mal,
como si me besara la muerte.
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