En las mañanas
me despierto corriendo al baño
con una terrible diarrea
y las nauseas que parecen
nunca acabar.
La insoportable jaqueca
me deja un sabor amargo
como si comiese un
insecto de caparazón consistente
cuyo primer par de alas
cubre la del segundo
llamado cascarudo.
Sólo quiero volver a la cama
donde un sueño reparador
me hace olvidar
al terrible malestar que sufro.
Apago la luz.
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